«Pero una experiencia profunda, aunque de otro tipo, también puede tenerse con otra clase de lecturas no narrativas, y dirigidas primordialmente a la inteligencia. También esas lecturas pueden ponernos en cuestión, provocar nuestra emoción e incidir en nuestra existencia. Será suficiente recordar algunos ejemplos ya paradigmáticos de ello, y que han venido operando de este modo en un trato de tiempo de siglos, y podemos hablar, entonces, de las Confesiones de San Agustín, de las Meditaciones de Marco Aurelio, o de la Imitación de Cristo, y los Pensées de Pascal. No son narraciones, no son literatura en sentido estricto. La experiencia que provocan es la del propio yo puesto en cuestión» (Prólogo a Un encuentro tardío con el enemigo, 2006).