Un outsider
La primera novela de Jiménez Lozano, Historia de un otoño, se publica en 1971. Es el relato de la arbitrariedad de los poderosos, pero también de su incapacidad para hacerse con las conciencias de las monjas de la abadía de Port-Royal. La historia que cuenta esta primera novela bien puede ser interpretada como la metáfora de un modo de querer estar Jiménez Lozano en el mundo literario, es decir, siguiendo la actitud libre e indoblegable de las monjas de Port-Royal. Igual que las monjas fueron libres ante todos los poderes que pretendieron reducirlas, Jiménez Lozano se sitúa al margen de los círculos literarios que aúpan al poder a cambio del éxito; él escribe, pero a cambio de nada, así puede ser libre y responder sin interferencias a los mundos imaginarios que se le presentan. De hecho, el primer texto reflexivo sobre su escritura, que también es muy tardío -entonces ya ha publicado sus cuatro primeras novelas y su primer libro de relatos-, se titula "Desde mi Port-Royal" y se da a conocer en 1983. En este año, el autor rompe por primera vez el silencio sobre su experiencia de escritor, celosamente custodiada hasta entonces. Pero lo hace como a regañadientes u objetando que lo importante no es su pensamiento sino sus historias y que éstas puedan llegar a sus lectores. Jiménez Lozano considera que las historias que nacen de su pluma no coinciden con él, no son su yo, y por eso le resulta innecesario y hasta presuntuoso hablar de sí mismo. Lo que él quiere regalar a sus lectores son las historias que ha escuchado en el camino, que ha visto por el mundo, que ha recuperado de la memoria, o que ha imaginado durante la noche. Considera que es su mérito, y lo demás le resulta, más que extraño, odioso. En este sentido, mantiene una actitud narrativa de encuentro: da a sus lectores aquellas historias que él se ha encontrado y que, por medio de las palabras, hace verdaderas.
Además del significativo título de este primer ensayo, la página se encabeza con unas preguntas: «¿Qué pienso de mí como escritor, y qué pienso de mis libros o cuál ha sido mi trayectoria intelectual y espiritual, o de dónde vengo?». El autor expresa la incomodidad que le produce hablar de su propia escritura: «en realidad prefiero el silencio». Aun habiéndose decidido a hablar en este primer artículo sobre su oficio, expone todas y cada una de las razones por las que se ha mantenido al margen del mundo literario. Es un texto en el que el escritor va desenmascarando todos aquellos tópicos que alimentan el mundo del escritor y de la gloria literaria. Intenta escapar de que se haga de él un personaje carnavalesco: «No me gustan las máscaras ni los papeles con los que uno pueda arroparse y disfrazarse de personaje, pero en una cultura como la nuestra, que en buena parte es un baile de disfraces, no podría presentarme desnudo». Para evitar tener que usar disfraz o presentarse con toda la fragilidad de la desnudez de un hombre, quiso permanecer al margen.
Quiere quedar al margen de los círculos literarios y de la moda, intentando revivir su personal ‘Port-Royal': «He escrito al margen de la moda, siempre algo detestable y de muy mal gusto, sobre todo para nosotros, "les messieurs de Port-Royal", y lejos de los círculos literarios, sin ligazón alguna con ningún grupo político o de influencia social, viviendo en el campo y sin haber pisado jamás los pasillos del poder cultural; sin promoción de montajes publicitarios».
Esto le ha permitido no sucumbir a las modas impuestas y a la adulación de los lectores -«no he puesto nunca azúcar en mis libros para que las moscas se los disputen»-. No sólo aborrece la fama, sino que teme su posibilidad destructiva: «el precio que hay que pagar por estar en la cresta de la visibilidad es demasiado caro para mí: me destruiría». Llega incluso a desmitificar dos de los intereses de los escritores contemporáneos, a saber: quedar recogido en las Historias de la Literatura y obtener la gloria. Irónicamente rechaza esos motivos que mueven al escritor y que pueden convertirse en justificaciones para dejarse atrapar en el mundo del espectáculo y el famoseo: «No me interesa la gloria literaria que, por otra parte, desde que se fabrica con el ‘marketing' y los ‘media', encoge mucho en seguida, ni creo en la inmortalidad -asunto platónico-, y mucho menos en la inmortalidad literaria hecha de referencias en los libros de Literatura para torturar mentes infantiles o en lápidas de mármol, ¡tan frías, Dios mío!: arte funerario ambas cosas».