«El mundo del narrador está efectivamente lleno de materia, y no hay lugar en él para los abstractos; pero curiosamente -y para desgracia nuestra -la modernidad está regida por los abstractos. El hombre concreto no cuenta para nada, sino que queda subsumido en las abstracciones en que se le hace vivir. Se supone que es libre, por ejemplo, porque vive en un régimen de libertades públicas (...) La ideología, la sociología, la psicología, etc. no tienen que hacer nada en una narración, no sólo serían puro mobiliario, como decía la también excelente novelista norteamericana Willa Cather, sino abominables ectoplasmas para relleno, irrisorias explicaciones especulativas. El material narrativo siempre es concretísimo: el de las pasiones humanas encarnadas en unos personajes vivos y contadas en una historia» (Prólogo a Un encuentro tardío con el enemigo, 2006).