«Kierkegaard es un filósofo, pero sin duda un poeta - bastaría pensar en los sermones sobre los lirios del campo y las aves del cielo - y un descubridor de historias, que él llamaba parábolas, y son soberbias; aunque no llegó a narrarlas nunca. No era lo suyo, precisamente porque sabía lo que era narrar, como lo muestra en sus críticas literarias, que no son pocas. A comenzar por la muy minuciosa y terrible que hizo a Andersen» ("El aroma del vaso", 2010).