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Cuentos

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Abram y su gente (2014)

Cuando el Baal Shem tenía ante sí una tarea difícil, iba a un lugar del bosque, encendía fuego, meditaba y rezaba, y lo que él había decidido hacer se llevaba a término. Y, cuando una generación más tarde, el Maggid de Messeritz se enfrentaba a esa misma tarea, iba al mismo lugar del bosque y decía: "Ya no podemos encender el fuego, pero todavía podemos rezar las plegarias" y, entonces, aquello que deseaba se hacía realidad. Y, de nuevo, una generación más tarde, rabí Moshe Leib de Sassov tuvo que hacer aquella misma tarea, y también fue al bosque y dijo: "Ya no podemos encender el fuego, ni sabemos las reflexiones secretas que corresponden a las plegarias, pero sí conocemos el lugar del bosque en el que todo eso ocurrió, y será suficiente", y lo fue. Pero, pasada otra generación, cuando se pidió a Rabí Israel de Rishin que realizara la tarea, se sentó en el sillón dorado en su casa, y dijo: "No podemos encender el fuego, no podemos decir las oraciones y no conocemos el lugar, pero podemos contar la historia de cómo se hizo todo esto". Y la historia que él contó -concluyó el narrador- tuvo los mismos efectos que las acciones de los otros tres. Pero el cuento no ha terminado, todavía no se ha convertido en historia, y la vida secreta que contiene puede irrumpir mañana en ustedes o en mí.

(Gershom Scholem, recontando una historia del gran narrador judío S.J. Agnon en una conferencia sobre hasidismo, recogida en Las grandes tendencias de la mística judía)

 

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