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La luz de una candela (1996)

«Escribir no es más que hablar ponderadamente, pensando. ¡Cierto! Y Ortega decía aquello de que "la claridad es la cortesía del filósofo". Cierto también. Pero algo más: es como una honestidad elemental, por lo pronto. Es decir, renunciar a la oscuridad porque todos los gatos no son pardos, y se debe dejar ver el color que tienen. O, de lo contrario, es que se maquina algo, se trata de ocultar algo. O, a veces, todo; y entonces, el estilo es pura calígine o da tantas vueltas y revueltas como para marear. Y luego está lo más importante, lo esencial: que la sed no se apaga sino con agua de manantial, y así es la sed de lo que en una narración o un poema se busca. Lo que pasa es que, para hallar esa agua, hay que cavar un pozo inmenso y que se nos conceda encontrar una veta pura. Porque siempre la claridad -luz o agua- es un don. No se sabe de dónde viene, sólo se sabe que hay que cavar mucho, esperar mucho, y que quizás no se nos dé» (La luz de una candela, 1996).

 

La luz de una candela es el tercer volumen de anotaciones personales de Jiménez Lozano y también el más breve de los publicados hasta el momento. Al igual que sus precedentes, La luz de una candela expone reflexiones íntimas y cotidianas del escritor entre los años 1989 al 1993, si bien lo característico de este volumen quizás sea la imprecisión en las anotaciones, la menor constancia recopilatoria por parte del escritor (faltan las anotaciones de 1992 y las de los años 1990 y 1991 son incompletas) e, incluso, el menor tono crítico en los comentarios. El título de este tercer dietario es ciertamente revelador ya que alude a una memoria pasada que la modernidad ha intentado soterrar. En los ensayos estéticos de Jiménez Lozano encontramos con gran frecuencia alusiones a la luz de las candelas, de los hachones en las iglesias románicas o las historias contadas al fuego del hogar. La luz de la candela alude, pues, a la rememoración de unos tiempos pretéritos, los de la infancia del escritor, donde todavía las historias contadas al lado de la chimenea se tornaban mágicas ("mi infancia -ha afirmado Jiménez Lozano-, desde luego, ha transcurrido en la convivencia con la luz de las candelas o las llamas, y las sombras en torno"). No obstante, el título de la obra puede presentar otra significación, más si cabe cuando contemplamos cómo en la portada de la misma se representa La mujer de la pulga, del francés Georges de la Tour, pintor por quien Jiménez Lozano siente especial predilección y sobre el que ha escrito memorables páginas a lo largo de innumerables artículos. De lienzos como los de De la Tour, Jiménez Lozano destacó la cotidianeidad de la vida humana a través del juego de luces y sombras que proyecta el chisporroteo de una leve llama. Este aspecto fenoménico presenta enorme interés en gran número de ensayos del escritor abulense, como ya se observara en Los ojos del icono.

Textos adaptados procedentes de La escritura reivindicada: Claves interpretativas en los ensayos de José Jimenez Lozano (Valladolid: Junta de Castilla y León, 2005) de José R. Ibáñez Ibáñez

 

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