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Poesías

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Un fulgor tan breve (1995)

 HAWORTH
 El  presbiterio bajo el plomizo cielo,
 el cementerio en torno,
 el viento que tortura  a los árboles
 con preguntas, el sofá, el quinqué, el bordado
 sobre una mecedora, risas y cuchicheos juveniles,
 la ruta del pensionado de señoritas tan severo
 y, a la vuelta, la muerte
 para María y Elizabeth. ¡Oh, Dios qué pronto!
 ¡Con cuánta improvisada prisa fueron abatidas!
 Y luego Branwell, que las había pintado
 y sabía mundo, siguiólas;
 también hubo un entierro para él allí cerca.
 Y el Pastor Brontë lanzaba escopetazos
 al aire, entre un versículo y otro del Levítico.
 Sus alcohólicas visiones le aterrorizaban en su alcoba
 Y los coadjutores eran galantes con frecuencia,
 Pero más perseverante aún la Dama
 de la plateada hoz que arrebató a Emily y a Ana,
 y al final llegó Arthur, el esposo tan breve
 para Charlotte. "¿No nos separará, verdad Arthur?"
 La muerte, quería decir, sin pronunciar su nombre,     
 pero llegó la innominada igualmente,
 y las sombras prevalecieron y las tumbas
 volvieron a roznar sus lápidas y el frío
 luchó con la memoria, mas no venció
porque ahora mismo aquí escribían o bordaban, sabemos,                                                              
aquí reían o leían la Biblia y construyeron
sus versos, sus historias terribles, con sus ojos
y las yemas de sus dedos, su corazón y heridas
como boquetes de sus almas, sangre
y alegría alzaron como andamios.
¡Oh, qué felices fueron, qué felices!
¡Y cuánta brevedad, qué recortada
felicidad tuvieron las hermanas Brontë!
¡Cuántas cartas de amor os habré escrito por la noche!
Emily, Elizabeth, Charlotte, Ana y Mary,
Decidme dónde estáis ahora, ¿dónde estáis?
 

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