Este ensayo supone la primera aportación de Jiménez Lozano a la exposición «Las Edades del Hombre», de quien fue, además, junto a José Velicia Berzosa, comisario general, uno de sus más fervientes impulsores. Es, en palabras de su autor, "un pequeño ensayo espontáneo o confidencial sobre algunas cuestiones estéticas y culturales con un cierto problematismo y, por eso, incitantes e importante en nuestra cultura secular" si bien, tras una lectura detenida del mismo, quizás tales palabras no hagan justicia a la enorme magnitud de esta obra. Los ojos del icono se convierte así en un ensayo sobre cuestiones artísticas tratadas desde un ángulo exclusivamente fenoménico en donde se hace un repaso, sin orden aparente, de aspectos estéticos de pintura y escultura. Es en este trabajo donde el lector encuentra formulaciones tan originales como la tristeza que emana de los ojos de los viejos iconos, despojados de la función para la que fueron creados. Según Jiménez Lozano, "esos iconos están igualmente mudos en las mismas iglesias donde en otro tiempo fueron los protagonistas de lo sagrado. Miran como máscaras que representan una ininteligible historia en los muros o en un retablo, y ya no son interrogados por la angustia de los hombre que encendían ante ellos una candela o murmuraban oraciones". Al ser desplazados de sus lugares originales para ser emplazados en museos, estos iconos religiosos permanecen mudos e impasibles ante el visitante, quien ya no siente esa sensación que dicho icono transmitía en el ábside concreto de la iglesia románica para la que fue creado sobre la luz de la candela encendida por el fiel. Toda esta teoría del icono, reconoce Jiménez Lozano, es un asunto teológico y no estético y es en Oriente donde adquiere ese icono una dimensión sagrada y sacramental. Por otra parte, en Los ojos del icono se delinean aspectos fundamentales en el entendimiento de las estéticas cisterciense -caracterizada por su iconoclastia-, barroca católica -de corte propagandista como anticipara Paul Tillich- o la luterana, que transmite un mensaje puramente teológico, como se observa en las pinturas de Grünewald o de pintores castellanos como Fernando Gallego o Diego de la Cruz. De igual manera, Jiménez Lozano descubre en esta obra el aspecto más cotidiano del arte pictórico a través de la representación de estancias interiores que dibuja ‘el ojo holandés' en la obra pictórica de Vermeer o Pieter de Hooch, la cual se adentra con el objeto de desvelar el hábitat urbano y doméstico (la "cotidiana profanidad") de una incipiente nación en el momento más álgido de su historia.
Textos adaptados procedentes de La escritura reivindicada: Claves interpretativas en los ensayos de José Jimenez Lozano (2005) de José R. Ibáñez Ibáñez