"El eterno «retablo de las maravillas»"
No hace falta más que abrir los ojos y, si podemos mantenerlos abiertos mientras se mira a la televisión y hacer otro tanto con los oídos, para ver, y oír, escuchar y comprender que esta televisión oficial está al servicio del Gobierno y de un modo descarado y bastante irritante, porque irritación es lo que produce tal pre-potencia. Y esto, se piense como se piense; tanto si se piensa que el Gobierno hace muy bien y que para eso tuvo mayoría, que es una curiosa teoría "democrática" muy extendida por estos pagos, como si se piensa que eso es bastante vergonzoso y se tiene la ingenuidad de creer que todos somos iguales y que la televisión debería dar las mismas oportunidades a todos. Siempre hay algunos más iguales que otros, como se dice en la famosa novela de Orwell, cuyo único fallo en su premoniciones fue el de suponer que el mundo allí pintado sólo sucedería en una negra dictadura. Pero, ¿quién diría en los tiempos de Orwell que las democracias iban a aprender tanto y tan bien de la cría de ganado de las viejas dictaduras?
Con todo, de lo que nos tenemos que convencer es de que los ojos y los oídos no sirven para nada, y de que nos tenemos que atener a las enunciaciones oficiales. Lo ciudadanos no somos quiénes para fiarnos de nuestros ojos y nuestros oídos y, mucho menos, de nuestra inteligencia. La Junta Electoral Central, formada por ocho jueces y cinco catedráticos, acaba de emitir una decisión según la cual en TVE no hay parcialidad alguna ni manipulación. Y a lo mejor hasta es verdad, pero lo que ocurre es que preferiríamos verlo y que no se nos obligara al puro fideísmo, y que no se desafiaran las evidencias. Arriesga mucha fiabilidad la Junta Electoral Central con enunciaciones así, por mucho que naturalmente haya que acatar. Sencillamente, no podemos aceptar tal decisión como verdadera sólo porque es oficial y, cuando se dan estas grades contradicciones, las autoridades que imponen si valoración por encima de la experiencia y el propio discurso racional más bien se arruinan, y más bien hacen un flaco servicio a la democracia, y precisamente en un período electoral.
Y hay que decirlo, por lo menos mientras se pueda decir, y decir una cosa así no sea algún tipo de delito, lo que muy bien puede suceder un día, tal y como van las cosas en esta famosa democracia nuestra. De nuevo, estamos ante la representación del "Retablo de las maravillas" cervantino y, así, el que no ve bondades y maravillas o ve cómo se maneja el retablo, porque se pueden observar hasta las cuerdas de mover los monigote, vuelven a ser gente de "la mala casta", mal nacidos y reaccionarios de mirada torva o hasta fascista, o tártaros y mongoles, o incendiarios: «ganado roñoso y generación de afrenta que nunca se acaba», como decía el Maestro Fray Luis de León. Y ¿hasta cuándo?
Si quienes han emitido la sentencia de que todo está en orden en TVE respecto a imparcialidad y no manipulación dijeran verdad, entonces lo que da risa es lo de la madurez del pueblo español; y si lo de la madurez del pueblo español fuera verdad -lo que, desde luego, no parece creerse los que arriba están a juzgar por las cosas que nos dicen-, entonces lo que da risa es lo que nos dicen. Que cada cual elija lo que parezca de esta "opción" o "alternativa", pero no parece que haya otra salida que la de escoger.
Habíamos soñado ser ciudadanos el día en que votamos la democracia, pero es claro que lo que somos es súbditos de "mantras", sagrados, servidores de lo que nos digan contra toda evidencia: las maravillas de Maastricht o la asombrosa imparcialidad política de TVE. Lo que quieran, y para este viaje no se necesitaban ni tantas alforjas, ni tanto gasto, la verdad. ¿Para cuándo la democracia y el "fair-play" y el hacer coincidir la verdad oficial con la realidad que ven nuestros ojos?
José Jiménez Lozano
Publicado en el diario ABC
17 de mayo de 1994
