OFELIA
Aún te llevo luto, y nunca
imagen de mujer alguna tuvo un espejeo
tan puro como un relámpago
inscrito en las aguas de mi ánima,
en las que tú flotaste tanto tiempo, Ofelia.
Testigos las cigarras, el cuco, los demonios
del mediodía en el jardín con sus deseos
oscuros, lacerantes,
cuando aquel libro rojo envenenaba
mis entrañas. Shakespeare
sabía que te enterraba
en el corazón del mundo,
y yo en el mío te llevo el duelo,
y el amor entre ranúnculos,
coronado de violetas inmarchitas.